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En la sociedad de consumo contemporánea; la persona, la empresa y el Estado pueden desempeñar la doble función de ser consumidores y agentes económicos destinados a la producción de bienes y servicios. La familia, entendida ésta desde un punto de vista económico, es uno de los grupos consumidores más importantes de la sociedad actual.
En una sociedad en la que todo o casi todo está orientado a la adquisición de productos, las consecuencias de un consumo desordenado y patológico podrían conducir a un deterioro de la vida familiar, tanto afectiva como económicamente. La mayor parte de los estudios sociológicos señalan que entre las causas de la adicción al consumo se encuentran:
La existencia de un sujeto consumidor de personalidad característica, definida como caprichosa, egoísta e impulsiva.
Una insatisfacción personal por la falta de alicientes vitales.
Un alto grado de credulidad ante los mensajes publicitarios.
Una aceptación de ciertas creencias, como que el prestigio personal depende de llevar una marca publicitaria en concreto, o de la cantidad de cosas que se pueden comprar.
Nuestros hábitos de consumo cambian fácilmente. Existe un consumismo del tiempo libre en el cual buscamos distintas actividades a realizar aprovechando las variaciones de las estaciones del año. Por otra parte, los avances sociolaborales logrados por la mujer han supuesto importantes cambios en el modo de vida familiar y en la manera en que ésta consume. Además, los dilatados horarios de trabajo y las distancias que recorremos para acudir a nuestros puestos de trabajo condicionan también los hábitos de los consumidores: muchas veces orientado al consumo de artefactos tecnológicos como mp3, celulares, juegos portátiles, etc.
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