La realidad argentina resulta un escenario ideal para mostrar la fragmentación social. Existen muchísimas diferencias entre las principales ciudades y el resto del país. Mientras algunos gozan de lujos y privilegios, otros no tienen casi nada: incluso oportunidad de manifestar sus necesidades. Los medios de comunicación se han transformado con el correr de los siglos en un instrumento necesario de la sociedad para construir la realidad y saber qué nos rodea: entretienen, informan, transmiten herencia cultural y educan. Todos los individuos, al vivir en sociedad, sentimos la necesidad de recurrir a los medios de comunicación en algún momento del día: hablamos por teléfono, leemos el diario, mandamos o recibimos correos electrónicos, escuchamos la radio o vemos televisión. Formamos parte de lo que podemos denominar sociedad de la comunicación: una sociedad que integre las posturas de todos: mayorías y minorías. Todos buscamos satisfacer nuestras necesidades para ser felices. ¿Qué pasa con los que no gozan de este privilegio? ¿Se puede ser feliz si uno se siente en inferioridad de posibilidades? ¿Se puede salir de una situación si no se tiene consciencia de ella? ¿Por qué no participar de la inclusión del otro en el debate público?
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